Referencia del principito y el piloto sobre las espinas de la rosa.
CAPÍTULO VII
El quinto día, siempre
gracias al cordero, me fue revelado este
secreto de la vida del principito. Me preguntó bruscamente, sin preámbulo, como
resultado de un problema meditado largo tiempo en silencio:
- Un cordero, si come arbustos, ¿come también flores?
- Un cordero come todo
lo que encuentra.
- ¿Hasta las flores
que tienen espinas?
- Sí. Hasta las flores
que tienen espinas.
-¿Entonces las
espinas, para qué sirven?
Yo no lo sabía. Estaba
ensimismado intentando desenroscar un bulón demasiado ajustado de mi motor.
Estaba muy preocupado porque mi avería empezaba a parecerme muy grave, y el
agua potable que se agotaba me hacía temer lo peor.
- ¿Las espinas, para
qué sirven?
El principito no
renunciaba nunca a una pregunta, una vez que la había formulado. Yo estaba
irritado por mi bulón y respondí cualquier cosa:
- Las espinas no
sirven para nada, ¡es pura maldad de las flores!
- ¡Oh!
Pero después de un
silencio me largó, con un cierto rencor:
-¡No te creo! Las
flores son débiles. Son ingenuas. Se previenen como pueden. Se creen terribles
con sus espinas. ..
[…]
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