Viajes al asteroide 325, el planeta del rey.
El rey, por una parte representa la autoridad, la ambición de poder y el deseo de
someter a los demás a
nuestros caprichos. Por otro lado, podemos deducir del
encuentro con este
personaje, que realmente nadie tiene autoridad sobre otros y que
la decisión de hacer o
no hacer algo es exclusivamente de uno mismo; por tanto, no
podemos culpar a los
demás de nuestros actos.
CAPÍTULO X
Retazo 1
.................
Se encontraba en la región de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330. Comenzó a visitarlos para instruirse y ocuparse en algo al mismo tiempo.
El primero estaba
habitado por un rey que vestía ropas púrpura adornadas con piel de armiño,
estaba sentado sobre un trono sencillo y, sin embargo, majestuoso.
– ¡Ah!, –exclamó el
rey al ver al principito– ¡Aquí tenemos un súbdito!
Y el principito se
preguntó:
— ¿Cómo es que puede
reconocerme si nunca me ha visto?
No sabía que para los
reyes todos los hombres son súbditos.
–Acércate para que te
vea mejor –le dijo el rey, orgulloso de ser por fin, el rey de alguien. El
principito buscó donde sentarse, pero el planeta estaba casi cubierto por el
magnífico manto. Se
quedó, entonces, de pie, y como estaba muy fatigado, bostezó.
–La etiqueta no
permite bostezar en mi presencia –dijo el rey– te lo prohíbo.
–No he podido evitarlo
–respondió el principito muy confuso–, he realizado un viaje muy largo y no he
dormido...
–Entonces –dijo el
rey– te ordeno que bosteces. Hace años que no veo bostezar a nadie. Los
bostezos pueden despertarme mucha curiosidad. ¡Vamos, bosteza otra vez,
te lo ordeno!
–Ya no puedo, me ha
cohibido –dijo el principito ruborizado.
–¡Hm! –respondió el
rey–. ¡Bueno! Te ordeno que tan pronto bosteces como que no bosteces...
Tartamudeaba un poco y
parecía inquieto, pues el rey exigía que su autoridad fuese respetada y no
toleraba la desobediencia. Era un monarca absoluto. Pero a pesar de
eso, era muy bueno y
siempre daba órdenes razonables.
Si ordeno… –decía– si
ordeno a un general transformarse en ave marina y el general no me obedeciese,
la culpa no sería del general, sino mía.
[…]
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