«Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio».
Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los
demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.
Conocerse a uno mismo es una de las tareas más difíciles a
enfrentar. Por eso, es más fácil ver los errores en otros que ver los propios.
Para nuestro crecimiento personal, es importante ser capaces de reconocernos
como somos y aprender a convivir con nuestras fragilidades.
Capítulo X
En el episodio X el principito se encuentra con un solitario
rey, de un planeta tan pequeño, que su manto de armiño ocupa casi toda la
superficie. Es un rey de un reino minúsculo, sin súbditos, sin embargo sabe muy
lo que es dar una orden. En el diálogo que se abre a continuación entre ambos
se explica lúcidamente la esencia de lo que es la autoridad, de lo que es dar
órdenes para ser obedecidas.
[…]
- No tengo más nada que hacer acá - le dijo al rey. - ¡Voy a
seguir viaje !
- No te vayas - respondió el rey, que estaba tan orgulloso de
tener un súbdito. - ¡ No te vayas, te hago ministro !
- ¿ Ministro de qué ?
- ¡De... de justicia !
- ¡Pero no hay nadie para juzgar !
- No se sabe - le dijo el rey. - No di todavía la vuelta a mi
reino. Soy muy viejo, no tengo lugar para una carroza y me cansa caminar.
- ¡Oh! Pero yo ya vi - dijo el principito, que se inclinó
para dar otro vistazo del otro lado del planeta. - No hay nadie allá tampoco...
- Te juzgarás entonces a ti mismo - le respondió el rey. - Es
lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar al prójimo.
Si logras juzgarte correctamente, es que eres un verdadero sabio.
- Yo - dijo el principito - me puedo juzgar a mí mismo en
cualquier lado. No necesito vivir aquí.
- Hem! hem! – dijo el rey – creo que en algún lugar de mi
planeta hay una vieja rata. La escucho por la noche. Podrás juzgar a esa vieja
rata. La condenarás a muerte de vez en cuando. Así su vida dependerá de tu justicia. Pero la indultarás en cada ocasión
para economizarla. No hay más que una.
- A mí – respondió el principito – no me gusta condenar a
muerte, y creo que efectivamente me voy.
- No - dijo el rey.
Pero el principito, habiendo terminado sus preparativos, no
quiso afligir al viejo monarca:
- Si Vuestra Majestad quisiera ser obedecida puntualmente, me
podría dar una orden razonable. Podría ordenarme, por ejemplo, partir antes de
un minuto. Me parece que las condiciones son favorables...
Como el rey no respondía nada, el principito titubeó primero
y luego, con un suspiro, emprendió la partida.
[…]
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