«La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón».
La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución. Tengo derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables.
Capítulo X
[…]
Pero el principito
estaba extrañado. El planeta era minúsculo. ¿Sobre qué podía reinar el rey ?
- Majestad – le
dijo... – le pido disculpas por interrogarlo...
- Te ordeno
interrogarme – se apresuró a decir el rey.
- Majestad... ¿sobre
qué reina usted ?
- Sobre todo –
respondió el rey, con una gran simplicidad.
- ¿Sobre todo ?
El rey con un gesto
discreto señaló su planeta, los otros planetas y las estrellas.
- ¿Sobre todo eso ? –
dijo el principito.
- Sobre todo eso... -
respondió el rey.
Porque no sólo era un
monarca absoluto sino que era un monarca universal.
- ¿ Y las estrellas le
obedecen ?
- Por supuesto – le
dijo el rey. – Obedecen enseguida. No tolero la indisciplina.
Semejante poder
maravilló al principito. Si él mismo lo hubiera tenido, habría podido asistir,
no a cuarenta y cuatro, sino a setenta y dos, o incluso a cien, o incluso a
doscientas puestas de sol en el mismo día, sin tener que correr nunca su silla
! Y como se sentía un poco triste por el recuerdo de su pequeño planeta
abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey:
- Quisiera ver una
puesta de sol... Tenga la bondad... Ordénele al sol ocultarse...
- Si ordenara a un
general volar de una flor a otra como una mariposa, o escribir una tragedia, o
convertirse en ave marina, y si el general no ejecutara la orden recibida,
¿quién estaría en falta, él o yo ?
- Sería usted - dijo
con firmeza el principito.
- Exacto. Debe
exigirse de cada uno lo que cada uno puede dar - prosiguió el rey. - La
autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que
se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia
porque mis órdenes son razonables.
[…]
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