lunes, 14 de marzo de 2022

EL PRINCIPITO Y EL AVIADOR BUSCAN AGUA EN EL DESIERTO.

El Principito y el agua.

El Principito en su viaje a la Tierra llega al desierto del Sahara. El agua es una necesidad vital y en este capítulo nos enseña que la captación de agua es en muchos casos como la búsqueda de un tesoro.

 "Bebió con los ojos cerrados. Todo era bello como una fiesta. El agua no era un alimento. Había nacido de la marcha bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era buena para el corazón, como un regalo".

CAPÍTULO XXV

 - Los hombres, dijo el principito, se atascan en los rápidos, pero ya no saben lo que buscan. Así que se mueven y giran en círculos...

 Y agregó:

 - No vale la pena...

El pozo al que habíamos llegado no se parecía a los pozos del Sahara. Los pozos saharianos son simples agujeros excavados en la arena. Este parecía un pozo de pueblo. Pero no había ningún pueblo allí, y pensé que estaba soñando.

 - Es raro, le dije al principito, todo está listo: la polea, el balde y la cuerda...

 Se rió, tocó la cuerda, tocó la polea. Y la polea gime como gime una vieja veleta cuando el viento ha dormido mucho tiempo.

 - Oyes, dijo el principito, despertamos bien y canta...

 No quería que hiciera un esfuerzo:

 - Déjamelo a mí, le digo, es demasiado pesado para ti.

 Lentamente levanté el balde hasta el borde. Lo instalé allí bastante aplomado. En mis oídos perduró el canto de la polea y, en el agua todavía trémula, vi temblar el sol.

 - Tengo sed de esa agua, dijo el principito, dame de beber...

 ¡Y entendí lo que había estado buscando!

Levanté el balde a sus labios. Bebió, con los ojos cerrados. Fue dulce como una fiesta. Esta agua era mucho más que alimento. Nació de caminar bajo las estrellas, del canto de la polea, del esfuerzo de mis brazos. Ella era buena para el corazón, como un regalo. Cuando era niño, la luz del árbol de Navidad, la música de la misa de medianoche, la dulzura de las sonrisas hacían así todo el resplandor del regalo de Navidad que recibí.

 - Los hombres de tu casa, dijo el principito, cultivan cinco mil rosas en el mismo jardín... y no encuentran lo que buscan.

 - No lo encuentran, respondí...

 - Y sin embargo lo que buscan lo podrían encontrar en una sola rosa o en un poco de agua...

 - Por supuesto, respondí.

 Y el principito añadió:

 - Pero los ojos son ciegos. Debes buscar con tu corazón.

 Estaba borracho. Estaba respirando bien. La arena al amanecer es del color de la miel. Yo también estaba feliz con este color miel. ¿Por qué tenía que molestarme...

- Tienes que cumplir tu promesa, dijo suavemente el principito, quien, de nuevo, se había sentado a mi lado.

 - ¿Que promesa?

 - Ya sabes... un bozal para mis ovejas... ¡Yo soy el responsable de esa flor!

 Saqué mis bocetos de mi bolsillo. El principito los vio y dijo riendo:

 - Tus baobabs, se parecen un poco a la col...

 - ¡Oh!

 ¡Yo que estaba tan orgullosa de los baobabs!

 - Tu zorro... sus orejas... parecen un poco cuernos... ¡y son demasiado largas!

 Y vuelve a reír.

 - Eres injusto, hombrecito, yo no sabía dibujar nada más que boas cerradas y boas abiertas.

 - Oh ! estará bien, dijo, los niños lo saben.

 Así que dibujé un hocico. Y me dolió el corazón cuando se lo di:

 - Tienes planes que no conozco...

 Pero no me respondió. Me dice:

 - Ya sabes, mi caída en la Tierra... mañana será el aniversario...

 Luego, después de un silencio, volvió a decir:

 - Caí cerca de aquí...

 Y se sonroja.

 Y de nuevo, sin entender por qué, sentí una extraña pena. Sin embargo, se me ocurrió una duda:

 - ¡Así que no es casualidad que la mañana que te conocí, hace ocho días, anduvieras así, solo, a mil millas de todas las regiones habitadas! ¿Regresabas al punto de tu caída?

El principito se sonrojó de nuevo.

 Y añadí, vacilante:

- ¿A causa, acaso, del aniversario?...

 El principito se sonrojó de nuevo. Nunca respondió a las preguntas, pero cuando te sonrojas, significa "sí", ¿no es así?

 - ¡Ay! Le digo que tengo miedo...

Pero él respondió:

- Ahora tienes que trabajar. Tienes que volver a tu máquina. Te estoy esperando aquí. Vuelve mañana por la noche...

Pero no me tranquilicé. Me acordé del zorro. Corremos el riesgo de llorar un poco si nos dejamos domesticar...

 

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