Encuentro de "El Principito y El aviador"
A un aviador se le descompone su avión en medio del desierto.
Allí, para su sorpresa, se encuentra con El Principito, que ha viajado a la
Tierra proveniente de un planeta lejano.
Era el octavo día de avería de mi avión en medio del desierto y el Principito me había contado todas sus historias de la rosa, los baobabs, los planetas que visitó antes de la Tierra, su encuentro con la serpiente, su amistad con el zorro… y la historia del mercader que vendía pastillas para no tener sed.
El Principito y el pozo.
El libro, a pesar de que es considerado un libro infantil por
la forma en la que se encuentra escrito, también posee observaciones profundas
sobre la vida y la naturaleza humana.
El pozo:
Puede que sea difícil encontrar un pozo en medio del
desierto. Pero si tienes fe, tal vez lo encuentres. Este capítulo nos lleva a
reflexionar acerca de la fe y las ilusiones que nos mueven en la vida a buscar
y a encontrar.
“Significa la
esperanza. Cuando las cosas van mal, siempre hay una solución posible; es
cuestión de buscar la mejor y de esperar el momento oportuno. Es un símbolo
positivo que se refiere también a la capacidad que debemos desarrollar para
poder ver el lado bueno que cualquier situación tiene y minimizar los aspectos
negativos.
Por otro lado, refleja el descontento continuo
del ser humano por no saber realmente lo que quiere y por no saber apreciar las
pequeñas cosas que la vida nos ofrece”.
Capítulo XXIV.
–¡Ah –le dije al principito–, tus recuerdos son muy lindos pero yo no he terminado de reparar mi avión, no tengo agua para beber y también sería muy feliz si pudiera ir tranquilo en busca de una fuente!
–Mi amigo el zorro...
–Oh Muchachito, No se
trata ahora del zorro...
–¿Por qué?
–Porque vamos a morir
de sed...
No comprendió mi
razonamiento y replicó:
–Es bueno haber tenido
un amigo, aún si vamos a morir.
Yo estoy muy contento
de haber tenido un amigo zorro.
"No mide el
peligro –me dije– Nunca tiene hambre ni sed y un poco de sol le es
suficiente..."
El principito me miró
y respondió a mi pensamiento: – ¡Vamos..., busquemos un pozo...!
El pozo y el agua para el corazón.
Aunque estaba cansado
y me parecía absurdo buscar un pozo en la inmensidad del desierto, nos pusimos
en marcha.
Caminamos en silencio.
Al caer la noche las estrellas comenzaron a brillar, yo las veía como en sueño,
pues por la sed tenía un poco de fiebre.
Las palabras del
principito danzaban en mi mente. Le pregunté:
–¿Tú también tienes
sed? Pero no respondió. Dijo solamente:
–El agua también es
buena para el corazón...
No comprendí sus palabras, pero me callé; sabía muy bien que no había que interrogarle.
El principito estaba
cansado. Se sentó; me senté a su lado y después de un silencio me dijo:
–Las estrellas son
bellas por la flor que no se ve...
Respondí
"seguramente" y sin hablar más, miré los pliegues que la arena
formaba bajo la luna.
–El desierto es bello
–añadió el principito.
Es verdad; siempre he
amado el desierto. Sentado en una duna, nada se ve ni se distingue, nada se oye
y, sin embargo, hay algo que resplandece en el silencio...
–Lo que realmente embellece
al desierto –dijo el principito– es el pozo que se oculta en algún sitio...
Al oírlo comprendí el misterio. Cuando era niño vivía en una casa antigua que, según la leyenda, tenía un tesoro escondido. Sin duda nadie lo encontró y quizás nadie lo buscó, pero la casa parecía toda encantada por ese tesoro que guardaba en secreto dentro de su corazón...
–Sí –dije– ya se trate
de una casa, de las estrellas o del desierto, lo que les hace hermoso es
invisible.
–Me alegra –dijo
bostezando el principito– que estés de acuerdo con mi zorro.
El principito tenía sueño y se quedó dormido. Lo tomé en mis brazos y continué el camino. Me sentía emocionado llevando aquel tesoro que me parecía tan frágil. A la luz de la luna miraba aquella frente pálida, aquellos ojos dormidos, aquel cabello dorado movido al viento y me dije: "lo que veo es sólo la corteza; lo más importante es invisible..."
Al contemplar sus labios entreabiertos en los que se esbozaba una sonrisa, me dije aún: "Lo que más me emociona de este principito es su fidelidad a una flor. Es la imagen de la rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara, incluso cuando duerme..." Y lo sentí más frágil aún. Pensé que a las lámparas hay que protegerlas: un viento fuerte puede apagarlas...
Seguí caminando y con
la luz de la aurora descubrí el pozo.
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