viernes, 25 de marzo de 2022

ENCUENTRO DEL AVIADOR Y EL PRINCIPITO. CAPÍTULO III

 Encuentro del aviador y el principito.

El Principito esconde un relato filosófico con importantes enseñanzas sobre el ser humano. En este capítulo la moraleja es muy clara: “Para saber a dónde vamos, es bueno saber de dónde venimos”.

El piloto quiere  saber de dónde venía el Principito, pregunta y sin embargo no contesta, se podría decir que este hecho es un primer indicio de que el Principito representa la infancia perdida del autor o de los adultos en general, infancia que todos han tenido alguna vez, pero que nadie sabe a ciencia cierta dónde está, y, lo que es más triste de todo, mucho menos sabe cómo traerla de regreso.

También hay que destacar que el piloto le ofrece al Principito una cuerda para amarrar al cordero. «No es necesario. ¡El lugar donde vivo es tan pequeño!» y «Hacia adelante no se puede ir muy lejos».

Lo anterior es un reflejo de la vida de Saint-Exupéry ya que para él “no sirve de nada ir siempre recto si uno no sabe dónde va, si nada fuerte le impulsa a ir hacia algo, ya sea en busca de un pozo, de una estrella, de Dios”.

Si queremos encontrar sentido a nuestro obrar y a nuestro despliegue personal tenemos que dar respuesta a esta pregunta. Nuestras raíces, nuestro entorno..todo es importante en nuestra realización personal.



CAPÍTULO III



Necesité tiempo para comprender de dónde venía. El principito, que siempre insistía con sus preguntas, no parecía oír las mías. Fueron frases al azar las que, poco a poco, me fueron revelando sus secretos. Así, cuando distinguió por vez primera mi avión (no dibujaré mi avión, por tratarse de algo demasiado complicado para mí) me preguntó:

–¿Qué cosa es esa?

–Esa no es una cosa. Es un avión, vuela. Es mi avión.

Me sentí orgulloso al decir que mi avión volaba. El entonces gritó:

–¡Cómo! ¿Has caído del cielo?

–Sí –le dije modestamente.

–¡Ah, es curioso!

Y lanzó una graciosa carcajada que de momento me irritó pues me gusta que mis desgracias se tomen en serio.

Después añadió:

–Entonces ¿tú también vienes del cielo? ¿De cuál planeta?

Esa pequeña luz iluminó un poco el misterio y le pregunté:

–¿Tú… vienes de otro planeta?

No me respondió; solo movía lentamente la cabeza examinando detenidamente mi avión.

–En esto no creo que puedas venir de muy lejos…Y se hundió en un ensueño durante largo tiempo. Había sacado de su bolsillo a mi cordero y se abismó en la contemplación de su tesoro.

Imagínense cómo me intrigó eso de: otro planeta. Y me esforcé en saber algo más:

–¿De dónde vienes, muchachito? ¿Dónde está tu casa? ¿Dónde quieres llevarte mi cordero?

Después de meditar silenciosamente me comentó:

–Lo bueno de la caja que me has dado es que, por la noche, puede servirle de casa.

–¡Sin duda! Y si eres bueno te daré también una cuerda y una estaca para atarlo durante el día.

–¿Atarlo? ¡Qué idea más rara!

–Si no lo atas, se irá por donde sea y puede perderse…

Mi amigo empezó a reír.

–¿Y dónde quieres que vaya?

–No sé, a cualquier lado.

Entonces el principito señaló con gravedad:

–¡No importa, mi tierra es muy pequeña!

Y agregó, quizá con un poco de melancolía:

–A donde vaya no puede ser muy lejos.

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La película:



Título original: The Little Princeaka

Año: 1974

Duración: 89 min.

País: Estados Unidos Estados Unidos

Dirección: Stanley Donen

Guion: Alan Jay Lerner. Cuento: Antoine de Saint Exupéry

Música: Frederick Loewe. Letra: Alan Jay Lerner


Adaptación del cuento homónimo del escritor francés Antoine de Saint-Exupery. Un piloto que tiene que hacer un aterrizaje forzoso en el desierto del Sahara se encuentra con un pequeño príncipe, procedente de otro planeta, que le enseña a descubrir y comprender el sentido de la vida. (FILMAFFINITY)


El 30 de diciembre de 1935, después de un viaje de 19 horas y 38 minutos, Saint-Exupéry y su navegador André Prevot se vieron obligados a realizar un aterrizaje forzoso en la parte de Libia del desierto del Sahara, en camino a Saigón.

Experimentaron alucinaciones visuales y auditivas, para el tercer día estaban tan deshidratados que dejaron de transpirar y finalmente, al cuarto día, un beduino en camello los descubrió, y les salvó la vida.


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