Retazos referidos a la marcha de El Principito a su planeta.
CAPÍTULO XXVI
Al lado del pozo había
una ruina de un viejo muro de piedras. Cuando volví de mi trabajo al día
siguiente por la tarde, vi desde lejos al principito sentado en lo alto con las
piernas colgando. Lo oí que hablaba.
-¿No te acuerdas? ¡No
es aquí con exactitud!
Alguien le respondió sin duda, porque él replicó:
-¡Sí, sí; es el día,
pero no es este el lugar!
Proseguí mi marcha
hacia el muro, pero no veía ni oía a nadie. Y sin embargo, el principito
replicó de nuevo.
[…]
Dirigí la mirada hacia
el pie del muro e instintivamente di un brinco. Una serpiente de esas amarillas
que matan a una persona en menos de treinta segundos, se erguía en dirección al
principito. Echando mano al bolsillo para sacar mi revólver, apreté el paso,
pero, al ruido que hice, la serpiente se dejó deslizar suavemente por la arena
como un surtidor que muere, y, sin apresurarse demasiado, se escurrió entre las
piedras con un ligero ruido metálico.
[…]
-¿Sabes?… mi flor… soy
responsable… ¡y ella es tan débil y tan inocente! Sólo tiene cuatro espinas
para defenderse contra todo el mundo…
Me senté, ya no podía
mantenerme en pie.
-Ahí está… eso es todo…
Vacíló todavía un
instante, luego se levantó y dio un paso. Yo no pude moverme.
Un relámpago amarillo
centelleó en su tobillo. Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito. Luego
cayó lentamente camo cae un árbol, sin hacer el menor ruido a causa de la
arena.
[…]
CAPÍTULO XXVII
Y ahora, por cierto,
han pasado ya seis años...
Nunca había contado
esta historia. Los camaradas que me encontraron se alegraron de volver a verme
vivo. Estaba triste, pero les decía: “Es la fatiga...”
Ahora me he consolado
un poco. Es decir... no del todo. Pero sé que verdaderamente volvió a su
planeta, pues, al nacer el día, no encontré su cuerpo.
[…]
Éste es, para mí, el
más bello y más triste paisaje del mundo. Es el mismo paisaje de la página
precedente, pero lo he dibujado una vez más para mostrároslo bien.
Aquí fue donde el
principito apareció en la Tierra, y luego desapareció.
Mirad atentamente este
paisaje a fin de estar seguros de que habréis de reconocerlo, si viajáis un día
por el África, en el desierto. Y si llegáis a pasar por allí, os suplico: no os
apresuréis; esperad un momento, exactamente debajo de la estrella. Si entonces un
niño llega hacia vosotros, si ríe, si tiene ccabellos de oro, si no responde
cuando se lo interroga, adivinaréis quién es. ¡Sed amables entonces! No me
dejéis tan triste.
Escribidme en seguida,
decidme que el principito ha vuelto...
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